Cirila González: Si me mudo a casa de mi abuela, mis hermanos juraron sacarme a patadas
Si me mudo a casa de mi abuela.., |
Fuente:
Cirila González/ Sin vivienda
Por
Abg. Edinson Lares/ Comunidad
Tal vez hayan escuchado
muchas veces parecidas revelaciones de personas que la mayor parte
del tiempo, enfrentan situaciones desagradable junto a sus familias,
vecinos, desconocidos y / o gente que apenas conoce eventualmente,
sin ningún nexo o parentesco consanguíneo; o de nula afinidad
familiar cercana. Lo cierto, es que miles de dramas se han
desarrollado con tanta vehemencia social entre la “nueva
ciudadanía” anhelada, que a lo sumo siempre habrá unos casos más
difíciles que otros; pero regularmente todos, o casi todos, tienen
solución con una “cordial” disposición a enfrentar los hechos,
que por lo general, valen invocar con una breve oración de sanación;
para lograr desecharlos con una pequeña ayuda de Dios.
La palabra bíblica
expresa que: “La fe mueve montañas”... ¿Fe, en qué? Dice el
incrédulo. ¡Llamar a Dios, para qué! Exclaman las y los no
creyentes... Y, entre esa cosas propias de humanos, se dirimen las
causas que provocan el drama; se oyen de esos pequeños obstáculos
que abren pauta a grandes consecuencias, sabiéndose que todos los
hechos son singulares al eterno acto humano colectivo latente, en
toda sociedad carente de amor para convertir el transe social, en un
soberano icono impopular entre nosotros.
Pero entonces salta la
pregunta que responde a todo lo que el hombre -y la mujer, también-
buscan solucionar en su entorno, cuando las puertas se cierran y los
corazones laten sin fluido de sangre con buen sentimiento, para que
surja vida contra insolubles problemas que dejan secuelas de
insuperables soluciones; y aunque suene extraño repetir a quienes
han perdido toda posibilidad de bienestar, tranquilidad y paz cuando
han sufrido por circunstancias fortuitas y hasta provocadas; siempre
buscan respuestas a sus dificultades rogando a Dios, e invocando con
fe, la esperanza que nunca se pierde ni puede desaparecer.
Cirila es una mujer joven
con tres niños nacidos de dos padres, creció con singulares
enseñanzas cristianas comunes a otras familias católicas; de hecho
su destino era como se dicta en los saberes: Nacer, crecer,
multiplicarse y.., antes del tránsito a la muerte, pasar penurias y
decepciones hasta más no poder; no por culpa del sistema o un modelo
impuesto por terceros, sí en razón de una sociedad guiada para
odiar, nunca amar y peor aún no apoyarse entre “unos para todos”,
con el último fin de construir una sólida unión familiar, cargada
de principios sociales en valores de respeto y solidaridad.
Cuando le escuché tan
extraña expresión, no pensé que ese “Si me mudo a casa de mi
abuela, mis hermanos juraron sacarme a patadas”, fuese tan
grave para no solicitar la augusta intervención de organismos de
“mediación de conflictos” bien familiar, o “violencia de
genero”; que en honor a la verdad, la sugerencia se centró en que
consultara al Prefecto(a), la “Defensora de Niñas, Niños y
Adolescentes” y, hasta la gente que conforma el “Sistema de
Protección del Municipio” (Dónde en un tiempo fui parte)...
Bueno, igual pensé, seguro pierde su tiempo y resulta con peor
desenlace su drama; y por la trágica condición familiar
enfrentada, cruzó en mi mente la imagen más cruel televisada: “seguro la
matan sus hermanos”.
No ha ocurrido nada de
eso, pido a Dios que tampoco suceda. Ella no tiene vivienda ni esperanzas de entregársela este gobierno regional, aún
conserva un trabajo estable y de regular remuneración; entre las cosas que
recuerdo cuando la conocí hace 4 años, es que ingresó en el taller
de “televisión comunal” que dicté a jóvenes estudiantes de
“Comunicación Social en UBV y Administración de Misión Sucre”. En ese tiempo estaba
más robusta y participativa. Hoy ha perdido tanto peso corporal que
temo se apague su alma, por tanta desdicha humana padecida. Aquella
Cirila González insurgente que acompañara el proceso revolucionario
ya no queda ni la sombra. Dice “haber perdido la fe en esos
compatriotas encumbrados” y “nunca les daré la razón ni me
obligaran a callar todas mis amarguras”... Porque, le dije: La
revolución es buena para quienes no la quieren; pero mala para todas
y todos aquellos Chavistas Olvidados.
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