De locura: Maduro listo para freír con 700 gramos de peso y un costo de 400 bolos
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La Voz del
Río/ Comunidad
Por Abg.
Edinson Lares/ Opinión
Con unas sardinas para comer hoy al mediodía, Dios
mediante, sólo falta acompañar con unas llamadas “tajadas maracuchas” o
“plátano rebanado frito”, muy popular en la región occidental del país, entre los
estados Lara, Trujillo y Zulia; y para ello arranqué con el “Festiva Verde
2000”, propiedad de mi amada esposa, rumbo a la calle “Sucre” del sector “Casco
Central-15 y medio” de La Asunción; municipio Arismendi del estado Nueva
Esparta. Claro que, antes tuve que limpiar el aguacerito caído sobre el también
llamado “Chavetico”, con ahora 16 años cumplidos (17/06/2000-17/06/2016) y pedirle
al “Todo Poderoso” que hubiese plátanos para freír en el puesto de venta “El Vecinaso”.
Iba con 500 bolos en el bolsillo izquierdo del pantalón
corto, tipo bermuda color marrón oscuro que me queda súper grande; y sí, allí encontré
al dependiente de la vendimia de “hortalizas, frutas y verduras”, quien arrancó
muy económico con buenos precios al detal hace pocos meses en este año 2016;
pero ahora como que se arreció la “guerra contra el pueblo”, con precios imposibles
de pagar y costos fuera del control social.
Dije buenos días, sin que nadie de las tres damas y un
varón presente respondieran al saludo. Miré el mesón de “plátanos” amarillos
que estaba repleto de grandes y medianos plátanos maduros listos para comer, o buenos
para freír y hasta hornear con mantequilla y queso. La preocupación desapareció
de mi mente, agarré dos hermosos y grandes plátanos y fui directo a pagar en caja,
o mejor al joven encargado ésta mañana lluviosa sobre la ciudad; quien sentado
frente a una balanza electrónica y en sus manos una calculadora de marca “china”,
coloqué la mercancía sobre la balanza y esperé con ánimo expectante el
resultado del cálculo costo-precio-peso-valor.
¡Sr, son 700 bolos!, dijo sin anestesia el joven
dependiente, apreté la mano dentro del bolsillo izquierdo y apenas pude decir,
contrariado: “Nada, mejor busco dos plátanos más pequeños; porque lo que ahora
me acompaña son solo 500 bolos”. Busqué dos platanitos pequeños con la
esperanza que alcanzaran los cobritos que portaba, y fue cuando regresé ante el
joven, preguntándole calmado y colocando las dos frutas sobre la balanza: ¿Y, a
cómo está el kilo de plátano, amigo?
Nada respondió. Metió mano a la calculadora y cantó con
otra voz: “520 bolos, señor”. Pelé por la cartera alojada en el bolsillo de la
nalga derecha del pantalón corto marrón, para confirmar que nada de real había.
Sin perder tiempo, cerré la billetera para decir: ¡Coño, solo tengo estos cinco
billetes de cien!... Mostrando los 500 bolos apretados en la mano izquierda; y
exclamando: “No habrá una rebaja especial por ser lunes bancario, con taquillas
externas sin real y día previo al 5 de Julio”. Nada respondió –repito- el joven
vendedor.
En vista de esa aptitud tan dependiente del joven, busqué
uno de los plátanos escogidos al llegar y lo coloqué sobre la balanza,
imaginando que su costo-precio por peso sería un valor de 350 bolos; pero no
fue así, el vendedor miró la magnífica calculadora que portaba y lanzó al
viento el precio del único plátano maduro que tomé del mesón; diciendo: “Son
400 bolos”… Conté cuatro billetes de cien y salí del solar con mil preguntas en
mi mente que nadie puede imaginar.
En fin, toda la calamidad de usura que persiste entre
las y los comerciantes venezolanos y extranjeros sobre el pueblo, es producto
de una guerra económica negada; pero si combatida por un gobierno progresista,
que apoyado por el pueblo valiente, no ha mordido el peine del recordado Caracazo
de 1989.
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