Memorias del 4 de mayo de 1810
Fuente: Luis Eduardo Acosta Anés
DISCURSO DE ORDEN
PRONUNCIADO POR EL LCDO.
LUIS EDUARDO ACOSTA ANÉS,
EN EL ACTO SOLEMNE DEL
PODER EJECUTIVO DEL ESTADO BOLIVARIANO DE NUEVA ESPARTA, CON MOTIVO DE
CONMEMORARSE
EL 206º ANIVERSARIO DE LA
ADHESIÓN DE MARGARITA AL MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA DEL 19 DE ABRIL DE 1810,
REALIZADO EL MIÉRCOLES 04 DE MAYO DE 2016, EN LA PLAZA GENERAL EN JEFE JUAN
BAUTISTA ARISMENDI, DE LA ASUNCIÓN.
Ciudadanos…
Señoras y señores.
Quiso
la providencia que, hoy, 4 de mayo de 2016, nos concentremos en torno a la insigne
e inmarcesible figura del General en Jefe Juan Bautista Arismendi, fieles al llamado
de testimoniar la conmemoración del 206º aniversario de la adhesión de la
Provincia de Margarita al movimiento independentista venezolano, iniciado en
Caracas, el 19 de abril de 1810.
Como
corresponde, el Poder Ejecutivo del Estado Bolivariano de Nueva Esparta, asume
esta honrosa convocatoria, y me ha pedido que participe con una pieza oratoria,
noble gesto que agradezco; asimismo, saludo con beneplácito, la especial deferencia
ofrendada por la periodista, profesora jubilada de la U.B.V., escritora y
dilecta amiga, Lcda. Carmen Cecilia Lara, en su rol de Presentadora del Orador
de orden, en este acto.
Flama del Alba Libertadora
Desde el despuntar de
1804 y hasta finales de enero de 1809, en los pueblos de Haití, Alto Perú y
Ecuador, surgieron importantes movimientos levantiscos que derrotaron los
intentos de ocupación e instauración de hegemonías imperiales francesas,
españolas e inglesas, aunada a la invasión de Napoleón Bonaparte a España. Esto va a motivar
el impulso de otros alzamientos, en mil ochocientos diez, reconocido como el
año de la
Revolución Hispanoamericana.
Como si se tratara de una secuencia de
hechos incontrovertibles, previamente planificada, en 1810 habrá
pronunciamientos en Alto Perú, Caracas, Margarita, Cartagena, Cali, Socorro y
Pamplona, Buenos Aires, Río de la Plata, Santa Fe, Quito, Dolores y Guanajuato,
Santiago, Caracas y Buenos Aires.
Para los patriotas había resonado la
hora de liquidar tres siglos de coloniaje, tal como lo remarcara el joven
Bolívar, en su acalorado debut como tribuno ante la Sociedad Patriótica. Porque,
sin quizá, mil ochocientos diez es también uno de los hitos más importantes en
el camino de la incorporación venezolana y continental a la comunidad de los
países libres y progresistas.
El 19 de abril de 1810, un grupo de
blancos criollos de Caracas, junto a algunos pardos, deponen a la máxima
autoridad española de la provincia, el Capitán General Vicente de Emparan, y
constituyen la primera Junta de Gobierno que, si bien jura lealtad al rey
Fernando VII, prisionero en ese momento de Napoleón Bonaparte, aplica de
inmediato un conjunto de medidas políticas y económicas que a las claras
constituían un ejercicio soberano de autonomía.
Una y otra vez se dejaba escuchar por
todos los confines: “Ante la apremiante e irrenunciable marcha hacia nuestra
independencia, este nunca podrá ser un día para vacilar o para la simple
contemplación. La voz sufrida de la patria mancillada os llama. Llegó el
momento de tomar posición de defensa”.
Fue así como el Teniente de Caballería
Manuel Plácido Maneiro, quien mantenía en Pampatar, junto a su hermano
Francisco, la casa comercial más importante de la Isla , por oportuna
coincidencia, se encontraba en Caracas, y, dadas sus relaciones de amistad con
muchos integrantes de la
Junta Suprema , fue comisionado para traer a Margarita la
noticia de los acontecimientos y lograr su adhesión al movimiento
revolucionario.
Según las serias anotaciones de los cronistas Francisco Javier Yanes,
Mariano de Briceño, Augusto Mijares y Rosauro Rosa Acosta, a tempranas
horas de la mañana, del 4 de mayo de 1810, el pueblo margariteño fue convocado a
un Cabildo Abierto en la
Plaza Mayor de La Asunción, frente al palacio del gobernador Joaquín
Puelles. El ambiente se tornaba tenso, siendo agitado por el Teniente de
Justicia del Partido del Norte y Capitán de las Milicias Blancas, Juan Bautista
Arismendi, junto a Manuel Plácido Maneiro, los capitanes Cayetano de Silva,
José Joaquín de Guevara, José Manuel Marcano y otros.
En aquella célebre asamblea popular, lograron
concertar, por primera vez, los notables, el padre Domingo Merchán, Párroco de
la Iglesia Matriz de La Asunción, el Cuerpo de Veteranos y Milicianos, los
negros de El Copey, los indígenas guarapotú, las bandas campesinas, las mujeres
y el pueblo, todo, enterados de la genuina rebelión caraqueña, erigiendo una
Junta Suprema, según la información que trajo, a finales de abril, Manuel
Plácido Maneiro.
En medio del tumulto, la poblada
coreaba la arenga de Arismendi que retumbó en la plaza: “Llegó el momento de
decidir el porvenir de la República y los margariteños demostraremos que esta
es una tierra de lucha, fuerza y libertad”.
Cayetano de Silva ordenó la toma del Ayuntamiento,
encabezada por el padre Merchán, Francisco de Olivier, el Teniente Coronel
Cristóbal Anés, Manuel Plácido Maneiro, y los capitanes Juan Bautista Arismendi
y José Joaquín de Guevara, mientras él -Cayetano de Silva-, atendía con celo la
retaguardia.
Ante la proximidad de la avanzada, el
gobernador se desespera, tratando de poner orden. Joaquín Puelles, habla a sus
soldados, oculto, desde uno de los balcones de la Sala Capitular. Les
pedía, con desespero, no dar cuartel ni tregua, cuidando los intereses de
Fernando VII.
Puelles se hace acompañar en palacio,
por sus colaboradores Ignacio Zárraga, Subteniente de la Primera Compañía ,
Ignacio Ruata, Ayudante Mayor del Ejército de Margarita y el Teniente Juan de
Aguirre.
Las órdenes de Puelles fueron acatadas
por el batallón, pero la gente estaba enardecida y amenazaba con entrar al
recinto, de un momento a otro, insuflados por los capitanes Juan Bautista
Arismendi, José Manuel Marcano, Cayetano de Silva y Rafael de Guevara.
Arismendi: “¡Capitán Don Joaquín
Puelles! No se esconda. No tiene usted otra opción sino la de ceder, ahora
mismo. Su gobierno es ilegítimo. Permita el paso a la delegación restauradora…”
Los soldados tratan de cumplir la voz
de mando, dialogando con el Presbítero Domingo Merchán, mientras se produce un
forcejeo en la puerta, tratando de evacuar el lugar, pero son repelidos. Luego
ingresa la comisión, integrada por el padre Merchán, Teniente Coronel Cristóbal
Anés, Francisco de Olivier, Capitán Rafael de Guevara, Capitán Cayetano de
Silva y el Capitán Andrés Narváez.
Puelles quiso disuadir a la
delegación, en su empeño de intentar, desde el balcón, apaciguar a los concurrentes
en la plaza, para que se marcharan a sus casas, pero fue inútil. El padre
Merchán, como si reviviera lo acontecido con Emparan y el padre Madariaga, siguió
a Puelles y detrás de él hizo la señal de desconocerlo, con lo cual el gobernador
fue abucheado y rechazado.
En un arranque de pánico, Puelles
trata de bajar y llegar a su oficina, pero es apresado por sus antiguos
colaboradores y los miembros de la delegación, quienes ordenan a dos (2)
soldados encarcelarlo en los calabozos del cuartel. Un tercer soldado abre las
puertas. Los protestantes ingresan triunfantes a palacio y retiran el cuadro de
Fernando VII de las paredes.
Los patriotas se declaran en Cabildo
Abierto, creando e instalando la Junta Provincial de Margarita y destituyendo al
gobernador interino.
En medio de encendidos discursos, se
consuma la solicitud de Manuel Plácido Maneiro. El padre Merchán propone a
Cristóbal Anés y a Andrés Narváez, como Presidente Provisional y Secretario
accidental, respectivamente, siendo aceptado por los presentes.
El Secretario, Capitán Andrés Narváez:
“Ciudadanos, queda formalmente instalado este Cabildo Abierto. Se procede a
hacer registro del lugar, fecha y hora de este acto y se tomarán las notas
consiguientes. No habiendo otra terna, se somete a plebiscito la presentada por
Don Cayetano de Silva. Los que estén de acuerdo con la postulación hecha,
pronunciarse con la señal de costumbre. (La
asamblea votó por aclamación la propuesta. Minutos después). Me voy a
permitir dar lectura a los escrutinios. Margariteños, oídas y cumplidas las
demandas expuestas en esta Sala Capitular, presentada como ha sido una sola
lista de postulados, por el mandato que nos ha otorgado este Cabildo Abierto, el
sufragio arrojó el siguiente resultado: Junta
Provincial de Margarita. Presidente: Teniente Coronel Don Cristóbal Anés,
Vicepresidente: Don Francisco de Olivier, Secretario: Capitán Don Andrés
Narváez, Miembros: Teniente Coronel Don Simón de Irala, Teniente Don Francisco
Aguado, Teniente Don Juan de Aguirre, Capitán Don José Vicente Totesaut, Pbro.
Don Domingo Merchán, Don Ignacio Ruata, Don Ignacio Zárraga, Don Francisco
Javier Venal y Don Francisco Maneiro. En este acto, también fue proclamado
Manuel Plácido Maneiro, Diputado ante la Junta Suprema de
Caracas; Don Joaquín de Guevara, Gobernador Político, y, Capitán de Infantería
Rafael de Guevara, Comandante General de las Armas”.
Ante los sucesos del 19 de abril,
Maracaibo, mantuvo su oposición a los caraqueños, y Guayana y Coro, vacilantes
en un principio, luego estuvieron de acuerdo y permanecieron fieles al Consejo
de Regencia de España. Las provincias restantes, Barcelona, Barinas, Cumaná,
Margarita y Mérida, inicialmente se manifestaron a favor de la Junta Suprema ,
aunque reclamando el reconocimiento de sus autonomías.
Al poco tiempo, la Junta Provincial de
Margarita fue disuelta, acusada de ser sospechosa de estar en inteligencia con
el comisionado realista de Puerto Rico, Cortabarría. De acuerdo a los poderes
con que se encontraba investido, el Generalísimo Francisco de Miranda, nombró
como Gobernador Político al Dr. Francisco Llanos, y, Gobernador Militar al
Coronel Manuel Plácido Maneiro, en sustitución de Rafael de Guevara, que no
resultó del agrado de los gobernantes insulares.
El Supremo Congreso (Constituyente) de
Venezuela, se instaló el 2 de marzo de 1811, con los diputados electos en las provincias
de Caracas, Barinas, Cumaná, Margarita y Mérida, y designó como gobierno
ejecutivo, un Triunvirato, presidido por Don Cristóbal Mendoza; pero, tras
haber enfermado en Barinas, no pudo asumir, lo que permitió que el Congreso
llamara a ocupar la primera magistratura, a su suplente, el asuntino José
Moreno de Mendoza, quien, de esta manera, se convirtió en el Primer Presidente
de Venezuela.
Eso no fue suficiente; pues se fue
desencadenando una serie de hechos contínuos, muy lamentables, como la pérdida
de Puerto Cabello, la capitulación de Miranda ante Monte Verde, el juicio,
traición y entrega del Precursor a huestes realistas, y la expulsión de El
Libertador por sus adversarios de Oriente, con lo cual había fracasado la
primera y segunda repúblicas.
La posteridad deberá conservar en los
anales de la historia, que las condiciones propicias en el comienzo de nuestra
insurrección se dio, por el clima propicio para la Revolución que ha
existido siempre en Venezuela; casi desde el avistamiento colombino, los
estratos colectivos más populares y genuinos y en una secuencia sostenida,
asumieron la responsabilidad de expresar sus anhelos de justicia social y
económica, así como su pertinaz inconformidad con el régimen colonial dentro
del cual estaban excluidos.
Por esa razón, seis años después, tras
un destierro que lo llevó a Jamaica y a Haití, El Libertador ha planificado su
vuelta a la patria, y para ello cuenta con el apoyo del presidente haitiano, General
Alejandro Petión, también, del Almirante curazoleño Luis Brión. La Expedición
de Los Cayos (que debe su nombre a la población haitiana donde se celebró la
asamblea de republicanos que proclamó al Libertador Simón Bolívar, Jefe Supremo, y Capitán General de
Venezuela y la Nueva Granada), había zarpado del puerto de La Beata, rumbo a Venezuela,
siguiendo la ruta de Cristóforo Colombo.
En medio de la travesía, Bolívar
ordenó desviar el curso hacia la isla de Saint Thomas, donde es esperado por su
novia, Josefina Machado (“Pepita”, para sus afectos), al pie de una imprenta,
siendo incorporadas a la tripulación. Esta acción fue cuestionada por el
General Soublette, comentando a O’Leary:
“(…) en la guerra no se puede mezclar el amor. Usted sabe que Antonio, a pesar
del peligro en que se encontraba, perdió momentos preciosos al lado de
Cleopatra (…)”. A lo que respondió O’Leary: “General Soublette, con todo
respeto, no insista usted en tratar de cubrir sus propios desaciertos en esta
campaña”. Acto seguido, Soublette intentó desenvainar, pero fue persuadido y
desistió.
Próximo a arribar a su destino, fueron
emboscados frente a los islotes Fraile Grande o Puerto Real, del archipiélago Los
Frailes, el 2 de mayo de 1816. En el fragor de la batalla, la nave “La
Libertadora”, comandada por Bolívar, venció sobre los navíos realistas; aun
así, muerto en combate el Comandante Rafael La Iglesia, Capitán del bergantín “El
Intrépido”, y herido el Comandante Mateo de Ocampo, Capitán de la goleta “Rita”,
intentaron escapar, siendo alcanzados por la embarcación patriota “Decatur”,
capitaneada por el General Bartolomé Salom, cerca de la isla Los Testigos.
Salom saludó este primer triunfo de El Libertador, en su retorno a la patria,
y confesó que al principio se resistía a enrolarse en esa quijotesca
expedición.
Bolívar estaba convencido que la sorpresa dada a estos buques realistas,
justo por donde no eran esperados, permitió combatir, desde “La Libertadora”,
solamente. “Si en el encuentro se hubieran hallado todos los empleados en el
bloqueo a Margarita (en la invasión de Morillo, en 1815), el resultado habría
sido distinto. Como ven, ¡la fuerza es la unión!”
Luis Brión siempre apostó por la unidad. “¡Nos hará libres! -Decía- Por
eso, ante el General Petión, no dudé en dar nuevas aportaciones a esta
magnánima expedición, siempre con Bolívar al frente. Ese aciago
episodio de intrigas se lo dejamos a Bermúdez y a Montilla, en el puerto de La
Beata. ¿No es así general Mariño?”. Hay cronistas que sospechan lo que Mariño alcanzó
responder: “La anarquía caudillesca
atenta contra la revolución; pero, esta empresa trae consigo la misión de
vencer. Y a usted Libertador, le cabe la gloria”.
En el amanecer del 3 de mayo, encalló
en el puerto de Juan Griego, la Expedición de Los Cayos, con la recia voz de Bolívar, llamando a la calma: “Señores. En vano las armas destruirán
a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de reparar los
estragos de la revolución. Aquí iniciaremos una nueva etapa en nuestra vida
republicana. ¡Exijo unidad!”.
Oteando atormentado la senda del porvenir patrio.
Bajo esa nueva circunstancia que se le presenta a Bolívar, me permito
recrear el presente, al introducir un conocido adagio venezolano que dice: “No
se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”.
Inspirado en esta legendaria conseja, bebo
de la claridad política del escritor José Rodríguez, para observar “la soberbia
de individuos que tienen por naturaleza aislarse en su propio egocentrismo y
obnubilarse en sus propios intereses, y no en el beneficio colectivo”. Eso se
advierte en el pasado, próximo y distante, y, mucho más elocuente aún, en el
presente, expresada en la torpeza y la petulancia de una oposición venezolana,
con sistemática guerra psicológica, golpes blandos sucesivos, falsa modestia y sin escrúpulos. “Porque no es la riqueza poseída la
que los hace así”.
Se regodean en un aparente círculo clasista, reservado por algún
designio divino o una línea hereditaria, que exhibe riquezas materiales y tiene
predominio sobre los modos de producción, y eso le hace “creer que son los que
deben gobernar, por ser más cultos, inteligentes y capaces”; pero, en suma,
demuestran una ligera carencia ideológica que los condena a una animadversión
por el suelo patrio.
En esa pervertida línea de la espiral inducida por
intereses foráneos, dada su naturaleza conductista, en la que se dejan mover y
manosear, se presenta la “mayoría circunstancial” electa a la Asamblea
Nacional, dispuesta a seguir el dictado de desconocer al Presidente (legítimo) de
la República, atenta contra los poderes, las instituciones, los bienes y
servicios públicos; atropella y asesina inocentes; acapara, especula y
desabastece productos de la cesta básica; “crean la nueva tormenta, que es su oscura conciencia de clase; le imposibilita aceptar un
gobierno del pueblo”.
A
pesar de toda esa crueldad, están convencidos que una mayoría “numérica”, no es
suficiente para gobernar el país, pues se requiere aptitud para ello. Y supone
que tal cualidad es de ella; -aunque-, la contradicción entre cantidad y calidad
perdió fuerza”.
Sigo en compañía de Rodríguez, aupando el exhorto a la inexcusable
formación del frente de defensa y de ataque de las ideas, que supone la
prominencia de un discurso edificante, por ende genuino y victorioso, visto
desde la querencia colectiva de la identidad y la soberanía. Se trata de la “conciencia
de clase revolucionaria”, capaz de rebatir, no sólo la inconmensurable guerra
mediática y económica, sino corregir, reconstruir y reimpulsar el horizonte de
liberación, en el inaplazable proceso de transición al poder popular. Ello pasa
por cumplir y hacer cumplir las leyes, normas y reglas, aplicando el poder de
la justicia en cada asalto o pillaje; combatir la impunidad.
De eso se trata. Contener los desvaríos y perversidades, justo en este
espacio de tiempo de definiciones, donde convulsiona el Capitalismo y las
hegemonías imperiales. Porque “castigar a los culpables va más allá de
sancionar la falta cometida, es enfrentar la impunidad. Ella está
presente, y de manera muy insolente, en la vida ciudadana e institucional de
nuestro país. La impunidad en la calle, en los tribunales y en los centros
penitenciarios produce inseguridad. En la actividad económica y en la
política, es subversión”. Las sanciones contra las actuaciones delincuenciales
de la derecha, no pueden ser obviadas buscando tranquilidad y “reconciliación
nacional”.
Es que,
definitivamente, si queremos ser
serios y consecuentes con la ética revolucionaria, hay que enfrentar, de manera
contundente, la impunidad, en todas sus manifestaciones o modalidades; élla,
-la impunidad-, “sólo puede ser derrotada siendo implacable con los
responsables de haber cometido un daño, así sea en la confianza. No puede haber
temor, desidia o complicidad para hacerlo”.
Por eso, con toda
razón, el pueblo se hace eco del pregón del Comandante Eterno, Hugo Chávez:
“Deja que esos miserables se hundan en el pantano de las derrotas. Infelices y
despiadados seres. Son solo eso. Lástima que hay quienes aun, dejándose
confundir, les acompañan, en forma ladina y traicionera. Hemos decididos ser
libres y nada ni nadie podrá contra la voluntad de nuestro amado pueblo”.
Avivando el presente victorioso
Ahora, como nunca antes, debemos abrazar las campanadas de Arismendi, que cobran vigencia en estas horas tormentosas y deshumanizadas, cuando sentenció: “Hoy corresponde a los hijos de la Margarita bravía, dar la cara y ponerse de pie, como un solo hombre, en estos momentos urgidos por el destino de la patria libre y soberana”.
Vayamos, pues, con los héroes del 4 de
Mayo, a exaltar la
presencia de las heroínas margariteñas; que sean valoradas como auténtico
referente identitario, desde los ámbitos del cine y la televisión, el teatro,
la poesía, las artes visuales, reivindicando con orgullo, de manera permanente,
la altiva y recia estampa de la mujer patriota.
Vayamos con
los héroes del 4 de Mayo,
a detener el progresivo atropello al Patrimonio Cultural edificado, en pleno centro
histórico de La Asunción y de Pampatar, negando la posibilidad de erradicar los
flagelos de la droga y el analfabetismo, por la necesidad misma de ofrecer más
y mejores espacios para la recreación sana, el turismo, la cultura y la
masificación de las artes y la cultura tradicional, al calor del espíritu del
contenido del artículo 56, de la Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica del
Poder Público Municipal, observados el preámbulo y los artículos 98, 99, 100,
101, 102, 174 y 178, de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, así como también el 2, 4, 8, 29 y 44 de la Ley de Protección y
Defensa del Patrimonio Cultural y el contenido de la Ley Orgánica de Cultura.
Vayamos con los héroes del 4 de Mayo, a exigir la reivindicación del ser neoespartano,
confiando las riendas de organismos nacionales, regionales y municipales de
planifica-ción, formación, protección y promoción cultural y turística, a
quienes han nacido y cre-cido en nuestra patria chica. ¡Ya basta de
improvisación, impericia, silencio cómplice, tráfico de influencia y la odiosa
usanza acomodaticia de amigos y familiares!
Vayamos con los héroes del 4 de Mayo, a hacer frente al pretendido desalojo de nuestras playas,
plazas, parques y museos; del bulevar “5 de Julio”, el Teatro “Santa Lucía”, el
Centro Cultural “Juan Bautista Rosas Marcano”, el anfiteatro del Faro de La
Puntilla, el Complejo Cultural “Rómulo Gallegos”, la Escuela de Música y Teatro
“Modesta Bor” y la Concha Acústica de Bella Vista, bajo el subterfugio de complacer
peticiones de grandes inversores, como patente de corso para que neo-colonos acaben
la fragilidad de estas inestimables zonas y parajes que ameritan ser protegidos.
Vayamos, pues, con los héroes del 4 de
Mayo, a evitar que reviva en los centros
históricos de ciudades y pueblos, el fantasma de Macondo, cuando se pretende
borrar la memoria colectiva, autorizando la demolición de fachadas que nos
señalan con el dedo de la justicia. Lloramos La Ciudad, nuestra Ciudad, La
Asunción. No puede morir de mengua, por la indolencia de sus autoridades. El
gobierno municipal está para acompañar los procesos de participación de los
ciudadanos y las comunidades, en una relación permanente de enseñar y educar,
tal como lo sentencia el Maestro de las Américas, el asuntino de mayor estatura
intelectual contemporáneo, Luis Beltrán Prieto
Figueroa: “(…) Quien se siente educado no puede serlo para una circunstancia o
para una época determinada. Cuando nos ponemos en contacto con alguien,
aprendemos de ese alguien; pero, al mismo tiempo, le enseñamos algo de lo
aprendido, de la experiencia acumulada, a través de su discurrir permanente
(…)” La traba se presenta, tras advertir un comportamiento impropio, tosco y
mísero, por ahistórico.
Vayamos con la palabra viva
del recientemente fallecido docente y dramaturgo, Asdrúbal Ascanio, quien nos
retrotrae a las luchas iniciales, en la voz del personaje Camarada Aquino, por
aquello de correr el riesgo de quedar solo en el intento: “(…) Pancho Villa,
Ezequiel Zamora y Emiliano Zapata, no eran comunistas, por eso fracasaron. No
sabían nada sobre las teorías económicas, por eso fracasaron. Eran unos
extraordinarios estrategas de la guerra. ¡Es necesaria la formación! ¡La
concepción ideológica! Hay que leer, hay que prepararse. Cuando el pueblo pobre
aprende a pensar temblará el Capitalismo (…) Soy un viejo roble que aunque el
tiempo destruye, sus flores han volado lejos. Ya es tarde. Soy invencible. He
sembrado y mucho, nadie puede detener la cosecha. Algunas semillas no
germinarán; sin embargo, con una sola que nazca se habrá salvado la patria… es
cuestión de tiempo (…) Todo el mundo se fue abriendo… me quedé solo… y todavía
estoy solo; pero, más irreverente que nunca (…) No es fanatismo, ni locura, es
la cúspide de la conciencia lo que habla… ¡Mente abierta!”.
Sin
quizá, seguimos hablando de la vida. Y nos basta solo invocarla para que estos fantasmagóricos
jinetes de la muerte, huyan despavoridos, estrangulados por sus falsos héroes
transculturizadores jolivudenses, con sus feas y odiosas costumbres de
apropiarse de lo ajeno, en nombre de una falsa libertad. Son ellos los viejos
asesinos, secuestradores de pueblos y sueños, en una u otra circunstancia, “ellos
representan lo innoble, el oprobio, la pesadilla y casi siempre los horrores
del infierno”. No es precisamente eso, lo que un auténtico venezolano quiere
para su familia, que es la patria misma.
Este
pueblo aguerrido que avanza erguido en la marcha hacia nuevos horizontes de paz
y libertad, se siente acompañado de un alma buena y jubilosa (que es la del
pueblo), transformada en velas y banderines multicolores que se esparcen y
agitan, cual “cerúleo tul”, en el grito lacerante del crepúsculo encendido,
como clarín de la Patria Buena. Ahí estás tú, Hugo. “…Por eso llevas (…) la
hazaña memorable de mil pueblos y en tu mirada el brillo solidario de tantos
pobres, de humildes y ciegos, de donde te viene la grandeza de vivir, como el
huracán, y alumbrar como el relámpago!”
Entonces,
no nos quedemos a oír la letanía lisonjera del monstruo mediático que se alojó
en casa y ocupémonos de perfilar y pulir, con celo, las tres lágrimas “que un
querubín derramó”, como lecho y altar señero que es de UNASUR, ALBA y
PETROCARIBE, aupados en el pregón de una mujer de pueblo, Joaquina Plaza:
“Dejemos
a Margarita un poco de su paz, ingratos. Pescador, agricultor, estudiante,
cultor, proyectista, guaiquerí, no defiendas los intereses del poder económico
-que hace vida feliz y rozagante en Nueva Esparta- por comodidad o ignorancia.
No te fíes de la mafia inmobiliaria, o la hipócrita enseña de la cervecera
Polar, o las monopólicas importadoras de bienes y servicios. ¡No! Abramos los
ojos y veamos que a los únicos que esa “felicidad” comprada favorece es a los
burgueses, a nadie más. Dejemos que en Margarita, en memoria del legado de
identidad que se sembró el 4 de Mayo de 1810, se escuche, en todo momento, su
canto de “libertad y amor”.
No
caigamos en el error de desear aquí una metrópolis de vida frívola; una urbe
tan igual a cualquier emporio del mundo, pero con venezolanos, en vez de
neoyorquinos o mayameros. El mismo espejito cambiado por oro, petróleo, gas,
diamante o coltán.
Seamos
perseverantes con las ideas para la construcción de una patria socialista, que
ha enrumbado su destino hacia el futuro promisorio, basándose en sus raíces
culturales y ecologistas, como discurso lógico de una Revolución que es
irreversible.
"...protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie
el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha
desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por
merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que
contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende" (Carta
de protesta de El Libertador Simón Bolívar al Sr. Irvine, agente del gobierno
Norteamericano. Angostura, 7 de octubre de 1818).
¡Viva la memoria inmortal de los hombres y mujeres del 4 de mayo de
1810!
Buen día.
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