Allí se estrelló y desapareció un vehículo último modelo marca Terio de fabricación Toyota
Allí se estrelló y desapareció un vehículo último modelo marca Terio de fabricación Toyota |
Fuente: FUNDAPAPI/ Comunidad
Abg. Edinson Lares/ Opinión
Fue en la madrugada y nadie recuerda al conductor ni la placa del carro ese
21-12-2014
Ese día de la esperada llegada del "Espíritu de La Navidad",
siendo las 9 antes meridiano y camino a la oficina actual de la Fundación
"Productora Audiovisual Pueblo Insurgente" (FUNDAPAPI), en el sector
"El Otro Lado del Río" de La Asunción; crucé el frente del arco de
entrada de la Escuela Bolivariana "Luisa Cáceres de Arismendi", que
se encontraba cerrada sin sus acostumbrados moradores por el periodo navideño (Vacacional), a
las y los que imagino, serán informados al reinicio de clases por lo acontecido
en celebrada fecha; cuando en su entrada al local, allí se estrelló y
desapareció un vehículo último modelo marca Terio de fabricación Toyota.
Sobre el nombre del conductor no hubo datos firmes, saber si el vehículo
portaba placas nadie recuerda haber visto algún número exacto; y, si de
recordar el color o característica extraña sobre la carrocería de flamante auto,
aquellos muchos vecinos que se acercaron al lugar del accidente, no atinaron a
describir lo que en verdad observaron… Allí quedó el boquete y -para algún día-
la reparación por parte de la oficina de los servicios municipales; cuándo a doce
(12) días, después de lo ocurrido, todo está envuelto en el más insólito
misterio entre tantos que ocurren en esta ciudad del silencio.
Así sería el bajonazo de la “Terio” que hasta las y los pobladores del sector “El Copei”, corrieron desde sus humildes moradas ante el estruendo que escucharon, para presenciar lo que imaginarían era un desastroso accidente decembrino; pero en verdad, y aclaro que la distancia es como de cinco cuadras hasta el sitio mencionado, dónde no encontré rastro alguno de partes del vehículo siniestrado, en la mañana de ese día de tradición espiritual a la entrada de la escuela bolivariana.
La novedad actual, es que muchos de las y los que presenciaron el acontecimiento decembrino de navidad, no recuerdan más que el estruendo y lo que veían como un vehículo “nuevo de paquete” marca “Terio” de fabricación Toyota, no oficial del gobierno ni de propiedad privada; pero sí de un particular pudiente que apenas describen, como un “soberano borracho que andaba solo”. En cuestión de minutos apareció una grúa –que igual no saben describir claramente los testigos- grande con plataforma de transporte, que encaramó la “Terio” y se la llevó en el más absoluto silencio en medio de la poca iluminada avenida “Juan Cancio Rodríguez”, en el sector “El Otro Lado del Río” de La Asunción.
A doce (12) días del drama, soy de la opinión que en esta “ciudad del silencio”, no hay ley ni autoridad política administrativa ni policial que vele por la seguridad que pregona la mayoría electoral; igual los hechos son relevantes para su análisis social, cuando se circunscriben en ese carácter “mágico real maravilloso” de las ciudades con infinitas historias; pero con descuidadas memorias para recordar y guardar ejemplos de corrección a malas acciones. Igual expreso, que creí en un primer instante al tomar la foto, que esa era una obra dejada por vándalos moradores, que siempre actúan en horas nocturnas al salir de algún juego del equipo “indígena” de basquetbol; y no producto de la fatalidad que deambula, por estas calles históricas-coloniales en vehículo nuevo, con conductores ebrios persiguiendo la muerte, o en último caso, dejar destrozado a alguien en media de las calles.
Adolfo Obando, quien es obrero en la escuela bolivariana, lo simplificó ese día lleno de mágica espiritualidad navideña de la mejor manera: “Si hubiera estado sentado allí como todos los días de lunes a viernes el muerto soy yo”. Igual, el “centinela colonial” apostado en la entrada del “puente de piedra”, que siempre por el mes de mayo cada año, lo recuerda a quienes no responden su solicitada contraseña: “¡Alto, quién vive!”… Aquí en estos pueblos insulares hay que tenerle miedo a los vivos y no a los muertos; pues con los muertos se puede conversar: pero con los vivos ni con razón ni sin ella.
Así sería el bajonazo de la “Terio” que hasta las y los pobladores del sector “El Copei”, corrieron desde sus humildes moradas ante el estruendo que escucharon, para presenciar lo que imaginarían era un desastroso accidente decembrino; pero en verdad, y aclaro que la distancia es como de cinco cuadras hasta el sitio mencionado, dónde no encontré rastro alguno de partes del vehículo siniestrado, en la mañana de ese día de tradición espiritual a la entrada de la escuela bolivariana.
La novedad actual, es que muchos de las y los que presenciaron el acontecimiento decembrino de navidad, no recuerdan más que el estruendo y lo que veían como un vehículo “nuevo de paquete” marca “Terio” de fabricación Toyota, no oficial del gobierno ni de propiedad privada; pero sí de un particular pudiente que apenas describen, como un “soberano borracho que andaba solo”. En cuestión de minutos apareció una grúa –que igual no saben describir claramente los testigos- grande con plataforma de transporte, que encaramó la “Terio” y se la llevó en el más absoluto silencio en medio de la poca iluminada avenida “Juan Cancio Rodríguez”, en el sector “El Otro Lado del Río” de La Asunción.
A doce (12) días del drama, soy de la opinión que en esta “ciudad del silencio”, no hay ley ni autoridad política administrativa ni policial que vele por la seguridad que pregona la mayoría electoral; igual los hechos son relevantes para su análisis social, cuando se circunscriben en ese carácter “mágico real maravilloso” de las ciudades con infinitas historias; pero con descuidadas memorias para recordar y guardar ejemplos de corrección a malas acciones. Igual expreso, que creí en un primer instante al tomar la foto, que esa era una obra dejada por vándalos moradores, que siempre actúan en horas nocturnas al salir de algún juego del equipo “indígena” de basquetbol; y no producto de la fatalidad que deambula, por estas calles históricas-coloniales en vehículo nuevo, con conductores ebrios persiguiendo la muerte, o en último caso, dejar destrozado a alguien en media de las calles.
Adolfo Obando, quien es obrero en la escuela bolivariana, lo simplificó ese día lleno de mágica espiritualidad navideña de la mejor manera: “Si hubiera estado sentado allí como todos los días de lunes a viernes el muerto soy yo”. Igual, el “centinela colonial” apostado en la entrada del “puente de piedra”, que siempre por el mes de mayo cada año, lo recuerda a quienes no responden su solicitada contraseña: “¡Alto, quién vive!”… Aquí en estos pueblos insulares hay que tenerle miedo a los vivos y no a los muertos; pues con los muertos se puede conversar: pero con los vivos ni con razón ni sin ella.
Comentarios
Publicar un comentario