La Sala de Teatro que se tragó millones de bolívares y sigue rumbo al desastre

La última reparación dejó un amargo resultado que aun nadie explica
Fuente: La Voz del Río/ Cultura
Por Abg. Edinson Lares/ Opinión
Contar la historia de esta antigua, cotidiana y legendaria edificación colonial, que por obra y gracia de una toma cultural en el año 1994, permitió un espacio para la “Fundación Artística Sobretablas” (FAS); y en la actualidad, en medio de negativas políticas culturales municipales, recursos medio entregados para convertir el espacio en local útil para las artes escénicas y una acumulada mala suerte que la acompaña cada cien (100) años; esta otrora inicial “Ermita”, vieja “Cárcel”, antiguo “Mercado Municipal” y hasta la fecha “Sala de Teatro”, de varios empecinados artistas teatrales, dirigidos por el Licdo. Luis E. Acosta; son las y los valientes actores que sobreviven, sin apoyo oficial gubernamental nacional, regional, municipal, comunal y ni privado.

Lo que recién fue colocado y cubre el área lateral del techo “nuevo” y mal construido de fatal hechura, es una tela plástica negra para evitar un amargo resultado que aun nadie explica, cuando en su “penúltima” remodelación con menos de un año, esta emblemática obra colonial, se tragó millones de bolívares y sigue rumbo al desastre.
Dicen los estudiosos que fue construida primero que la catedral de “Nuestra Señora de La Asunción” (NSLA), lo cual de ser cierto, dista de ser en sus innumerables reparaciones, la edificación que conservó las originales condiciones arquitectónicas coloniales que identifican a la Catedral de “NSLA”, puesto que a juzgar por su acabado estructural, el tamaño de sus cuatro (4) paredes laterales, las “cabezas de pájaros” en su dintel y el colosal tamaño del área rectangular que cubre toda una cuadra; debe ser considerada única en su estilo de otras que se hayan construido en todo el país.
Pero sea oportuno y mejor recordar que en Maracaibo y Caracas, hubo una edificación más pequeña, con casi las mismas características de la descrita acá, recintos que se usaron de almacén y múltiples tiendas sin ser “mercado” y llegaron a ser abandonadas, por la siempre presente malévola política gubernamental de no proveer ni un “proyecto de contingencia”, para rescatar infinidad de obras en el rango de “patrimonios materiales e inmateriales” de la República Bolivariana de Venezuela (RBV).
Para el año de 1920, se utilizó como “Mercado Popular Municipal” hasta los primeros años de los 80 del siglo XX, siendo sus angostas calles, una insólita ubicación para realizar actividades de comercio generales; pero así se desarrolló en esta ciudad capital, con habitantes proclives a tener todos los servicios cerca y una exquisita propiedad de conservar fachadas y ornamentos, tal como se han erigidos millares de monumentos en el pasado; lo que explica en la “ciudad del silencio”, lo poco que ha cambiado en casi quinientos años de existencia, siendo algo discutible con historiadores, cronistas y personeros sordos a señales –no pruebas- presentadas para su consideración.

Se argumenta que esta otrora obra colonial funcionó como “Ermita”, con el nombre de “Santa Lucia”, para mediados del año de 1608, época del recordado “mejor” gobernador “Bernardo Vargas Machuca” hubo real para reparar; pero con el correr de ese aciago siglo XVI y XVII, plagado los alrededores marítimos del Caribe y la Isla de Margarita de temibles “Corsarios” y renegados “Bucaneros”, sus posibles riquezas y acumulada historia; desapareció en medio del odiado centralismo isleño y las múltiples reparaciones a las que fue sometida.
Hace pocos días, le escuché al Licdo. Luis “Lalo” Acosta, una historia que refiere sobre un “cura” que aparece en lo que hoy es el área de escenario, entregando un inmenso tesoro que guardó para mediados de 1760; pero a las y los pocos que les ha caído en gracia, para “donarles” el fabuloso “entierro”, se han empobrecido más de lo que hombre alguno se haya imaginado. No cito nombres para no caer en explicaciones insólitas; pero en el cortometraje “Fantasmas de la ciudad”, que ha costado “una y parte de otra” realizar, tienen narrada gran parte de la historia, un tanto medio confesada; claro está, igual para no herir propias y cercanas susceptibilidades.
Con el dicho popular “a veces es peor el remedio que la enfermedad”, se explica lo que acontece actualmente, desde el día que de tanto esperar concluyeran las reparaciones presupuestadas y no aplicadas ni explicadas en sus reales destinos; los artistas de “sobretablas” decidieron recuperar su espacio ganado desde el año 1994; y lanzaron “diálogos” con una sola línea: ¡Ya basta de esperar que terminen de arreglar lo mal hecho!... Así como estar ocupando la esquina de la calle “Unión con Av. Juan Cancio Rodríguez”, una casa “azul” –ahora amarilla- comprada por autoridades eclesiásticas parroquiales; cuando en una mudanza de cruzar la calle, llevaron todos sus practicables y telones para el “techo mal calculado” y la edificación colonial olvidada, como el recordado cuento de Julio Cortázar: “Casa Tomada”.
En la hoy Sala de Teatro “Santa Lucia” que vaya o no rumbo al desastre cultural municipal, es algo real y seguro por obra y gracias de autoridades municipales apáticas. Pero igual, hay un significativo amargo resultado que aun nadie explica; bueno, a menos que lo relate el fantasma levítico que le bordea.

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