Héroe de nuestra historia
Fuente:
Licda. Marcia E. Bonilla
La
Voz del Río/ Historia
historiadenuestroperuydelmundo.blogspot.co
albaciudad.org
217 años del natalicio
de Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho
Viene… A los 27 años gano la Batalla de Pichincha, El 24 de
mayo de 1822, en las faldas del Pichincha, donde se libro la batalla, que dio
libertad a Ecuador.
Para
el periodo de 23 de junio de 1823 al 17 de julio de 1823, es gobernador de
Perú, y el 6 de agosto de 1824, bajo el comando de “Simón Bolívar”, gana en
Junín la Independencia del Perú, sellando el 9 de diciembre de 1824 en
Ayacucho, luego el Parlamento peruano lo nombraría Gran Mariscal y General en
Jefe de los Ejércitos.
Fue
Sucre el más y eficaz colaborador del Padre de la Patria en la gesta
emancipadora. Bolívar dijo de él: "Si yo hubiese conocido las virtudes
intelectuales de Sucre en esa época en (el) crucé de los Andes, tengan ustedes
la seguridad de que hubiese sido él, y no Santander, mi lugarteniente y otra
sería la historia de estos pueblos.
Confiar
demasiado en Santander fue mi perdición. La experiencia, que yo no tenía
entonces, demuestra que con bruto ni a misa, no suelen ser muy leales los
hombres con ambición y talento. Tan sólo he conocido uno, que fue excepción a
esa regla. Se llamaba Antonio José de Sucre", manifestó el Libertador.
Narrando las luchas
“Mientras los
realistas se refugiaron en Quito, abandonando sus posiciones anteriores, el
Ejército Libertador tenían que ascender hasta las alturas del volcán Cotopaxi y
dormir recostado a sus paredes, cubiertas de nieves perpetuas. Como la posición
de los realistas en defensa de Quito los hacía muy difíciles de batir, el
general Sucre tomó una determinación insólita: ordenó atravesar la ciudad de
sur a norte, en horas de la noche, pero escalando los quebraderos del volcán
Pichincha, a 4.600 metros de altura.
A las nueve de la
noche comenzó el ascenso, y a las ocho de la mañana estaban los audaces
aventureros en la cima del Pichincha. Abajo estaba Quito; y sus pobladores,
unos 60.000, iban a ser testigos de la batalla que les daría la libertad.
Este enfrentamiento armado que tuvo lugar, el 24 de mayo de 1822,
en las cercanías de Pichincha (en la actualidad, en la provincia homónima de
Ecuador), y que supuso el principal avance en la liberación de Ecuador del
dominio español. Fue el resultado del fracaso de las conversaciones de paz con
el nuevo gobierno constitucional español, de signo liberal, que se negó a
aceptar la emancipación, al igual que antes lo habían hecho los absolutistas.
Tras la caída de
Venezuela en poder de Simón Bolívar, el mariscal Antonio José de Sucre, fiel
lugarteniente del Libertador, acudió en ayuda de los sublevados contra los
realistas del puerto de Guayaquil, a los que venció en Yahuachí (1821). Al año
siguiente, en Pichincha, se produjo el combate entre las tropas
independentistas del mariscal Sucre y las tropas del jefe realista José
Aymerich, a las cuales vencieron. Con esta victoria, se completó la
independencia del territorio que constituía la República de la Gran Colombia,
se abrieron las puertas de Quito y se hizo posible la liberación del Perú.
Batalla de Pichincha
Designado Sucre, para mandar el ejército que debía libertar el
Departamento de Quito de la dominación española, desplegó allí singulares dotes
de administrador, de político y de capitán, y por una de las más bellas campañas
que registra la historia militar del Nuevo Mundo completó la independencia de
Colombia con la victoria de Pichincha, obtenida en las faldas del volcán de
este nombre, no lejos del campo de batalla donde el último de los Pizarros
venció y dio muerte al primero de los Virreyes españoles, que intentó proteger
los derechos de una raza infeliz víctima de la conquista.
Después de
dominar, no sin grandes esfuerzos, la brava resistencia de los Pastusos
obstinadamente adversos a la causa de la República, Sucre se trasladó a Lima en
desempeño de una misión diplomática, que, en verdad no pudo ser confiada a
persona más competente, como lo probaron luego los resultados obtenidos. Nada
menos que su tino y discreción, su entereza de carácter y su independencia de juicio
fueron necesarios en aquellas circunstancias para sacar avante los intereses de
la causa independiente, comprometida y aún puesta en último lugar por las
intrigas, las ambiciones desapoderadas y las rivalidades de círculo en que a la
sazón hervía la capital del antiguo virreinato.
De allí marchó al
Sur a cooperar, al frente de una división colombiana, á las operaciones de la
campaña de Intermedios dirigida por el general Santa Cruz, y aunque previó en
tiempo el vergonzoso desastre que necesariamente debían producir las numerosas
faltas y errores cometidos por este jefe, sólo le fue posible salvar las tropas
de su inmediato mando, con lo cual prestó al Perú y a la América entera un gran
servicio, pues esas tropas fueron la base del nuevo ejército que debía reparar
más tarde tanta ineptitud y desconcierto. Encargado luego del mando de ese
mismo ejército por la ausencia del Libertador, que después de la victoria de
Junín se trasladó a Lima, maniobró por largos meses al frente del ejército
español, hasta llevarlo al memorable campo de batalla donde aquel terminó su
carrera”.
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