En 180 grados gira versión del Centinela
Fuente: La Voz del Río/ Comunidad
Abg. Edinson Lares Rojas
Nadie recuerda al reciente Centinela urbano del Puente
Colonial Cuatricentenario
Viene…
El ”puente viejo” para la fecha
actual, se observa abandonado y falto de una buena mano de pintura, aunque la
decembrina lluvia abundante escusa los malos oficios gubernamentales; así como
la usual desidia de los servicios municipales, en proponer el necesario
programa de limpieza y aseo para no dar pauta al olvido del patrimonio; cuando,
igualmente, se observa que las bases del bello puente se están socavando por la
corriente desviada del río, de forma natural, lo que amenaza al ahora
tradicional monumento colonial cuatricentenario.
En los años pre-independentistas
(1780-1800) del “Puente Colonial”, ya ordenada su construcción por “Vargas
Machuca” para 1610, y según los más entendidos, él gobernador español aun es
considerado el mejor gobernador de la época colonial; se recuerda cumplido los
primeros 80 ó 90 años de útil existencia; se acostumbraba apostar día y noche
un soldado del lado norte del puente para resguardo de la población capitalina.
Así, es conocido que hubo sus
momentos ingratos y sus sucesos agradables para tranquilidad de las y los
ciudadanos, que vivían resguardados por la presencia del siempre eficiente
centinela que alertaba por la presencia de enemigos piratas, que buscaron
sorprender a nativos y peninsulares, que imaginaban llenos de real fruto de la
compra-venta de perlas y ricos por todo comercio generado en la ciudad colonial
y la isla de Coche.
Bien, como se recuerda, cuando
concurrió la aparición de “Lope de Aguirre” (El Tirano), no había puente ni
aparejo para cruzar en el año de 1561, así como con los piratas nombrados “El
sanguinario holandés y el Capitán francés Granmom” para los años de 1669 a
1686; que sorprendieron a los ciudadanos a la luz del día; con todo y que se
habían apostados unos soldados de lado y lado en el cruce del útil “puente
colonial”.
Santo y seña ¿Quien lo recuerda?
Santo y seña ¿Quien lo recuerda?
Se
cree hasta ahora, que uno de esos soldados muertos por aquella época, era el
que se le aparecía a los vecinos de estos pueblos insulares, casi al final de
la tarde o al comienzo de la mañana, preguntando con sus mejores galas
militares: “Quién vive”… Y, como todo cuento, quienes no respondían, seguro
pasaban a mejor vida por obra y gracia de la fuerza sobrenatural -más que
miedo- que los dejaba turulatos o locos.
Si embargo, el más reciente
“centinela del puente colonial”, en el periodo comprendido entre 1900 a 1920,
pocas personas actualmente conocen de su obra y defensa caballeresca, allí en
dicho puente colonial que da acceso al sorprendente sector bien conocido como
“El Otro Lado del Río”, en La Asunción. Este en verdad, no usaba uniforme para
cumplir con la tarea, nadie lo había designado para tal labor; y según por la
agradecida conversa de ayer -14/01/12- con el maestro Luna, era muy vivo,
inteligente y cuerdo a la hora de montar “guardia” día y noche, para preguntar
simple y llanamente: ¡A dónde va usted, buen ciudadano, si no tiene una orden
del Gobernador; por aquí no pasa!…
Pero ocurrió que un buen día, que no
pude asegurar cuál, se presentó un señor alto, bonachón y con pelo de blanco a
canoso; y el propio Cruz Torcatt lo paró en seco con la matutina pregunta… A lo
que respondió el caminante: No, yo no tengo orden alguna, puesto que yo soy el
Gobernador Heraclio Narváez.
A lo que igual respondió sin mucha
prisa el centinela Cruz Torcatt: “Está muy bien, pero si no tiene su propia
orden, usted no pasa por sobre este puente”. Señalando Heraclio Narváez, pronta
y con voz regia: “Carajo, así es que me gusta actúen los encargados de cuidar
la entrada a la capital de la isla de Margarita, por el lado norte; pero señor
centinela, debo pedir su permiso para pasar y recoger la tinta y el papel que
está en la casa dónde aun vivo como el gobernador.
No diga más mi buen hombre,
-contestó Cruz Torcatt- deje que le acompañe hasta su casa, para tomar un café
negro y saborear una buena tela (arepa de maiz) margariteña con queso. En
verdad mi amigo, a esta hora ni el burro de Chente Rodríguez, pasa con el agaje
por este sitio de mucha penumbra y soledad oscura; buena por no decir
condenados espíritus del pasado.
En otra conversación con el maestro
Faustino, él aseguró que del lado de acá del puente colonial, es decir, cerca
al frente de su casa, en escasos 50 metros de distancia, una madrugada de enero
que no recuerda el día ni el año, vio a una mujer parada como amasando harina
de maíz para hacer empanadas rellenas; y hasta hoy cree, era una señora que su
mamá “María Luna” le había contado hacia y vendía empanadas al pie del puente,
en aquel año (1905) que vino a la isla el benemérito Cipriano Castro o mejor
conocido como “El Cabito”. Muchas personas a través de estos años la han visto,
igual que al Centinela Colonial y el que llamaron Centinela del siglo XX.
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