El teatro que sobrevive tras una vida acometida por treinta años
Fundación Artística Sobretablas
Cuando conocí a los integrantes de la hoy llamada “Fundación Artística Sobretablas” (FAS), actuaban como agrupación teatral decidida desde el 03 de marzo de 1981. Es cierto que eran pocos, y no los voy a nombrar para no pecar en omisión insolente. Andaban sí, con un aire de revolución socialista incomprendida y mal llevada, que impulsaba un continuo empeñado anonimato, sufrido por otras asociaciones culturales venidas a menos, renuentes a desaparecer; o estar desdeñadas, por el grande elocuente “boom petrolero” que en repartición objetable como fondos públicos dirigidos hacia la cultura en general: sobrevivir era su rumbo en un soliloquio insular que los reunía. Sí, corría el año de 1984, y que de cosas ahora, ya las teatralidades están salvadas y hasta pasaron a “borrón y cuenta nueva” muchas promesas o compromiso guardado en la memoria; puesto que, ya todo está olvidado y enterrado como esa recordada obra “Profundo” de José Ignacio Cabrujas. Que era un teatro comprometido, cuanto no escribí con pasión sobre el tema, igual vivían necesitados de asistencia social y remuneración bien entendida; de hecho se realizaba el verdadero “teatro por amor al arte” siempre justificado por esa irracional “juventud” protestataria, que se enfrentó a gobierno de turno burocrático: bien televisivo y cinéfilo; o un sistema represivo imperial globalizado, que hasta los padres o madres temían, por haber sufrido privaciones, planazos y persecuciones de todo tipo. No fue fácil para aquellos integrantes del acontecer teatral asuntino, que nombro también, porque le conozco más por los personajes que vívidamente representan en un calificado “país portátil” de consumados políticos facinerosos; lo cual ahora pretenden vendernos como conocido desechable refresco, en un anodino “sueño al laberinto del alma”, que al fin trabajado como cuento aún está inacabado; claro, así como todas las actuaciones del teatro sobre las movidas tablas. Hace días, ando reunido con pocos de aquellos olvidados socios, que sus cinturas han aumentado un tanto y sus semblantes de crédulos para la otrora época, reflejan muy elocuente que “los años no pasan en vano”… Y, después de todo ¿de qué se habla?... Bueno, cuando hablo del teatro practicado desde hace treinta años, con mucha alegría y singular esperanza, el almanaque sigue su diaria vuelta de página, y es que siguen ocurriendo cosas más preocupantes hoy, en este planeta, que de concretarse en reales tragedias y son representadas como ejercicios teatrales chispeantes; sufrirán de la crítica amnesia gubernamental, que no tiene espacio en un cuento corto de los que tengo inconcluso. Han sido años empeñados en hacer de un “quehacer” teatral entretenimiento y desarrollo mal entendido, sin escape emocional y modo de vida altanero; pero si les digo, no para etiquetar que fue y sigue siendo gitanesco; lo expreso no para encasillar malos momentos ni postular posibles géneros, si para referencial la siempre rara actividad hecha por gente, que igual asumo, desearían ser millonarios de felicidad colectiva, porque se mueven con escasos recursos y una perenne benevolencia de autoridades políticas, sociales, económicas y religiosas. Bien, pero molestos (arrechos) no están los teatreros, si agradecidos por estar “amparados” en un socialista poder popular comunitario, para no caer fusilados en un particular “comentario teatral”, dejado por medios electrónicos o radiales en todos estos buenos años; o que decir del llamado “cuarto poder” que lo motiva la crítica plasmada en un periodismo cultural del olvidado y muy recordado “teatro de calle”. Que imaginemos contar con recursos económicos sólidos, es no actuar pensando el cómo y dónde hay que apretar la teta. Y que se proponga una acción contundente para despertar el desarrollo teatral en las escuelas, comunidades y salas de teatro sin techos, es sinónimo de protesta permanente por tal experiencia de mil omisiones por quienes manejan el dinero; o como lo dicen los gentiles maracuchos: “Los cobres”. Es una fiel actividad orientadora para Niñas, Niños y Adolescentes que en “interés superior, prioridad absoluta” y otros a propósitos para futuras generaciones… Puntos suspensivos. Acá lo que falta es cultura, mucho amor por lo nuestro y ser acompañados con sumo “r e s p e t o” –bien deletreado, por muchas buenas razones- por parte de autoridades municipales, regionales y nacionales; para quitar del medio teatral la desesperanza de vida creativa que brinda la práctica de teatro. Que sea bajo una mata de manga, bien bueno, “aquí hasta los mangos son bachilleres”. ¡O niéguenlo, partía de ahora teatreros viejos, carajo¡ No hay peor proyecto o propósito que no lleve titulo, argumento y actores que personifiquen la obra teatral propuesta; pero entre el dilema social en cierne, cuando la gente no solo de “Sobretablas”, sino de esta “ciudad del silencio”, levantan telón para concretar anhelos personales, unos sueños bien calculados y seguir compartiendo una inusual irrealidad teatral, que no nos amilana; pero que nos anima a seguir luchando hombro a codo y viceversa, no creo que por sus mentes adolescentes, cruzó el descomunal compromiso (peo) en que se involucraban ingenuamente para aquella época de los años ochenta (80). Cuántos de ellos están presentes?... Miren sobre las tablas, o mejor sus presentaciones, grabadas en fotostáticas por el consecuente Lorimel Rojas. Allí están todos. Yo los veo… Siguen sobreviviendo tras una vida acometida por treinta (30) años al servicio del teatro que soñamos y queremos. Viva por siempre la “Fundación Artística Sobretablas” y todo su elenco; que no bajen telón, ahora es eterna su existencia. Gracias. Edinson Lares Rojas . Abogado, Escritor y Teatrero La Asunción, 25 de Marzo de 2011 Volver a: La Voz del Río...
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