Recuerdos sobre temas que no saben
Fuente: La Voz del Río/ Cultura
Por Edinson Lares Rojas/ Opinión
Por Edinson Lares Rojas/ Opinión
Cuando escuché en el área de acceso al patio de la casa, ubicada en el sector de "El Otro lado del Río", la conversa sobre el tema: "El porqué una vez al año se bañan en playa Guacuco las y los Asuntinos".., bien, el último día del año (Ejm. 31/12/2010), o bien el primer día de cada año (Ejm. 01/01/2011); me acerqué más atento a la platica que, hoy los difuntos: "Erasmo Sabino Lárez" y, el siempre recordado, amigo "Leocadio Fermín"; hablaban una tarde de comienzo de enero, un día como hoy, hace poco menos de veinte años.
De Leocadio Fermín, se recuerda, que fue uno de los buenos músicos asuntinos, abuelo del actual recién electo alcalde del municipio Arismendi, ciudadano Richard Fermín Prieto; cuyo abuelo, con amplios conocimiento en materias jurídicas, sus servicios para muchas personas fueron bien apreciados al asesorarlos gentilmente; pero igual, fue temida por pocas personas, ante la actividad cumplida en el ejercicio de gran sagacidad, recordada aún hoy por muchos ciudadanos y ciudadanas de la región insular.
Erasmo Sabino, fue un buen conversador de múltiples y variados temas toda su vida, apenas estudió un segundo grado en su niñez, que sé al crecer, amplió con la lectura de buenos libros y variados artículos de periódicos locales y nacionales; lo cual apreció con extrema atención, en las verpertinas charlas de todos los días viernes, su consecuente amigo Leocadio Fermín.
Esa tarde, recuerdo, paralicé la actividad que realizaba en el taller de reparaciones, para escuchar al "señor Leocadio", como así lo nombraba; y que dicho sea de paso, él siempre reaccionaba ante lo interesante o desconocido de los tema que hablaran, le hice una precipitada pregunta que así recuerdo ahora: "Digame, señor Leocadio, y perdone que lo interrumpa, ¿cómo es eso que la gente de está ciudad sólo se baña en la playa una vez al año?...
"Sí, -contestó firme, agregando- busca una silla para que sepas como es el verdadero cuento. A Erasmo se lo he contado en una de estas tardes anteriores". Lo cierto es que no esperé repitiera lo sugerido, y arrimé a mi lado un tambor de lavadora automática medio dañado, con la esperanza y sumo interés de escuchar lo que ya vaticinaba sería un bien documentado relato. Con los anteriores, o de otros años; siempre cumplian con tan adecuado requisito en ser buenos.
"Se creé que todo se inició cuando "El Tirano Aguirre", -comenzó diciendo- demolió la ciudad de La Asunción, en aquel agosto del año 1.561. Porque como muchos saben, los habitantes para no perder la vida o ser asesinados por los compinches del Tirano, huyeron hacia la Playa Guacuco buscando refugio; aunque yo tengo las sospechas, que muchos se escondieron por los lados de Cerro Guarame".
Tomo pausa como buscando las palabras, y continuó: "Como sabes, la ciudad desapareció para ese terrible mes de agosto, y no fue hasta 1567, que un Capitán de apellido Albórnoz, pícaro como todos esos españoles de la época, trajo a unos "porlamarenses" pelando bolas; y los convenció de refundar la ciudad destruida"... "Bueno, ese también es otro cuento; lo cierto es, que cuando a los pocos días, llegaron la gente escondida en playa guacuco y las cercanías del monte de Guarame, nada que hacer, estos prometieron como si lanzaran una maldición al mentao Tirano, que a partir de ese día se bañaban en la playa solo cada último o primer día del año"...
Bien, casi quedé convencido de esa versión particular del señor Leocadio, si no es porque Erasmo, que reía casi ahogado del humo de cigarrillo consumido, decía a su amigo, con voz entrecortada: ¡Leocadio, pero tú no sabes que la gente aquí, solo se baña en el río y no le gusta ni el sol de la playa guacuco!...
"¡Bueno, eso también es verdad, Erasmo!"... Respondió el señor Leocadio, agregando: "Pero que historiador se ocupa de esas pequeñas pendejadas. Tú sabes que cumplir sus promesas son vainas muy apreciadas por los asuntinos"... Así sea sólo ir a la playa una vez al año.
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De Leocadio Fermín, se recuerda, que fue uno de los buenos músicos asuntinos, abuelo del actual recién electo alcalde del municipio Arismendi, ciudadano Richard Fermín Prieto; cuyo abuelo, con amplios conocimiento en materias jurídicas, sus servicios para muchas personas fueron bien apreciados al asesorarlos gentilmente; pero igual, fue temida por pocas personas, ante la actividad cumplida en el ejercicio de gran sagacidad, recordada aún hoy por muchos ciudadanos y ciudadanas de la región insular.
Erasmo Sabino, fue un buen conversador de múltiples y variados temas toda su vida, apenas estudió un segundo grado en su niñez, que sé al crecer, amplió con la lectura de buenos libros y variados artículos de periódicos locales y nacionales; lo cual apreció con extrema atención, en las verpertinas charlas de todos los días viernes, su consecuente amigo Leocadio Fermín.
Esa tarde, recuerdo, paralicé la actividad que realizaba en el taller de reparaciones, para escuchar al "señor Leocadio", como así lo nombraba; y que dicho sea de paso, él siempre reaccionaba ante lo interesante o desconocido de los tema que hablaran, le hice una precipitada pregunta que así recuerdo ahora: "Digame, señor Leocadio, y perdone que lo interrumpa, ¿cómo es eso que la gente de está ciudad sólo se baña en la playa una vez al año?...
"Sí, -contestó firme, agregando- busca una silla para que sepas como es el verdadero cuento. A Erasmo se lo he contado en una de estas tardes anteriores". Lo cierto es que no esperé repitiera lo sugerido, y arrimé a mi lado un tambor de lavadora automática medio dañado, con la esperanza y sumo interés de escuchar lo que ya vaticinaba sería un bien documentado relato. Con los anteriores, o de otros años; siempre cumplian con tan adecuado requisito en ser buenos.
"Se creé que todo se inició cuando "El Tirano Aguirre", -comenzó diciendo- demolió la ciudad de La Asunción, en aquel agosto del año 1.561. Porque como muchos saben, los habitantes para no perder la vida o ser asesinados por los compinches del Tirano, huyeron hacia la Playa Guacuco buscando refugio; aunque yo tengo las sospechas, que muchos se escondieron por los lados de Cerro Guarame".
Tomo pausa como buscando las palabras, y continuó: "Como sabes, la ciudad desapareció para ese terrible mes de agosto, y no fue hasta 1567, que un Capitán de apellido Albórnoz, pícaro como todos esos españoles de la época, trajo a unos "porlamarenses" pelando bolas; y los convenció de refundar la ciudad destruida"... "Bueno, ese también es otro cuento; lo cierto es, que cuando a los pocos días, llegaron la gente escondida en playa guacuco y las cercanías del monte de Guarame, nada que hacer, estos prometieron como si lanzaran una maldición al mentao Tirano, que a partir de ese día se bañaban en la playa solo cada último o primer día del año"...
Bien, casi quedé convencido de esa versión particular del señor Leocadio, si no es porque Erasmo, que reía casi ahogado del humo de cigarrillo consumido, decía a su amigo, con voz entrecortada: ¡Leocadio, pero tú no sabes que la gente aquí, solo se baña en el río y no le gusta ni el sol de la playa guacuco!...
"¡Bueno, eso también es verdad, Erasmo!"... Respondió el señor Leocadio, agregando: "Pero que historiador se ocupa de esas pequeñas pendejadas. Tú sabes que cumplir sus promesas son vainas muy apreciadas por los asuntinos"... Así sea sólo ir a la playa una vez al año.
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